ayer a esta misma hora l se estaba yendo a buenos aires, lloré toda la tarde.
Después de que se fue, mi estado de ánimo fue mejorando con las horas. Por la noche, videos en la cama: lazos de familia y de nuevo, ladrones de medio pelo. Me encanta la actriz que hace de dueña de casa que da la fiesta,la dueña del collar de esmeraldas. Tan british sus ademanes, esa fuerza justa y contenida. Hoy aprovechamos la mañana lluviosa y dormimos mucho con f (él me ganó: 15 horas seguidas). Bajé al centro y compré Aquí nos vemos de Berger, hace rato tengo ganas de leerlo (lo vengo hojeando de a pedacitos en las librerías), le pedí a un amigo que me lo pasara, pero sin noticias de él y con el post de lolamaar que cuenta que lo está leyendo en mar del plata (por cierto, mi ciudad natal, de la que alguna vez postearé), me decidí.
Ahora, largo baño de inmersión (me fui a comprar gorra térmica para la ducha, sales de baño (las únicas que había en la farmacia del barrio eran de melón), un baño de crema para mi pelo. The Cure muy fuerte, Aquí nos vemos y el agua muy caliente para sumergirme. Es lo más cercano a no hacer nada que puedo hacer.
En esta casa que nunca me terminó de gustar (la que por el momento es mi casa -la eligió l y yo me vine a vivir acá después-; aunque después de todo una casa sea sólo el lugar en el que uno se desplaza de un lugar a otro, parafraseando a Johnny Depp en Chocolate, cuando Juliette Binoche le pregunta por su bote-casa incendiado). Decía, hay dos cosas que me gustan mucho de esta casa y que seguramente voy a extrañar cuando me vaya: la enorme acacia del jardín de atrás, es más ancha que la casa misma, se llena de pájaros a veces, recoge los rayos del sol al atardecer, una vez al año se cubre de flores amarillas, como las del aromo. Desde mi cama, veo una gran ventana y por la ventana, la copa de la acacia (mi cuarto queda en el primer piso) que la ocupa por completo. Siento que estoy en una casita en el árbol. A veces me paso largo rato echada mirando la acacia. La acacia también sirve de sostén y de sombra a mi objeto favorito: la hamaca paraguaya. La segunda cosa que me gusta de esta casa es la bañera: una bañera antigua, de loza, pintada de azul por fuera. Está dentro del baño diminuto, el baño tiene una ventana, sobre la bañera, por la que se ve la acacia y, algunas noches, la luna. Si abro la ventana cuando me baño, escucho los pájaros.
Pensaba en mi último viaje a Buenos Aires y en la definición que da Berger de la saudade: saudade no es lo mismo que nostalgia, la nostalgia es un sentimiento más cómodo, más indolente, más folklórico. La saudade, en cambio, tiene que ver con la furia que produce el saber que ya es demasiado tarde para recuperar lo que se sabe perdido. No sé si será un sentimiento menos reaccionario que la nostalgia, creo que la furia lo redime de la autocompasión y lo conecta con el presente. Más o menos algo como la saudade es lo que siento por buenos aires, tantos años intentando volver, soñando con volver y cuando la oportunidad parece pintar (el viaje de l tiene que ver con este intento), yo me doy cuenta de que volver ya no tiene sentido porque aquello que allá busco ya fue. Y por eso la furia de estos días, quizás.