rutinas
como todos los días, llego al trabajo a las dos y hago algo así como un desayuno, porque en casa, por la mañana, sólo tomo una taza de café. Entonces, ahora llego a mi trabajo, me instalo en mi pc, prendo la radio (por suerte, estoy sola en la oficina), preparo un café (la virginia sobre, no tolero el instantáneo), un yogurt con cereales y juguito de naranjas. Mientras tanto, reviso correos, contesto mails y navego por mis links. Así pasan las tardes, en el medio hago algún compacto de noticias, voy a ver a f a su guardería, juego un rato con él, le doy una manzana, camino una cuadra bajo los árboles, fumo un cigarrillo y vuelvo a mi pc. Me aburro bastante y espero con ansias las siete de la tarde. Llega la tan esperada hora de salir, pero advierto que el aburrimiento me ha consumido todas mis energías. A veces, a la salida, vamos de tragos, al cine, a ver amigos. Otras, a casa, a la hamaca paraguaya, a jugar con f, a leer algo. El sueño y el cansancio aparecen temprano. Nunca, antes de este trabajo, había imaginado que me iba a pasar a mí, llegar a odiar mi trabajo, la rutina de todos los días.Yo, que había logrado amar lo que hacía. Extraño la facultad, la maestría, vagar por las tardes por las librerías y los cafés del centro, tener una reseña pendiente para escribir para eldiario, las reuniones de edición con el grupo de la revista: horror, me estoy volviendo nostálgica y no me gusta la nostalgia. Prefiero, como dice Matilde Sánchez en su canción de las ciudades, los decadentes a los nostálgicos. ¿devendrá en decadencia mi nostalgia? ¿o habrá otra oportunidad?
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