viernes, septiembre 19, 2008

Tsunami


Son tan horribles! Los compré hace un par de años, un día en lo que no sé en qué estaría pensando. Tienen como dos centímetros en la punta ¡vacíos! En la foto se nota bien este detalle y ahora me doy cuenta de que, además, hacen unos pies espantosos y deformes. Al rato que los compré, los guardé bien guardados y no los desempolvé más. Nunca me decidí a tirarlos, quizás porque creo que solo los usé de la zapatería a mi casa y me daba culpa. Siempre hago eso, salgo de la zapatería con los nuevos puestos; entonces, cuando llego a casa y quiero cambiarlos -ver post anteriores para quien no entiende esta parte- ya no puedo. Debo reconocer que a veces he logrado engañar al vendedor y cambiar unos zapatos ya usados. La cuestión es que ahí estaban, los horribles, en un rincón de la baulera. Ahora, que retomé la milonga después de casi siete años, me doy cuenta de que no tengo zapatos adecuados y que si me compro nuevos, mejor unas sandalias para todos los días. Así fue que llegué anoche a tsunami de barrio güemes, un tugurio de los mejores, un galpón con piso entablonado y orquesta típica, sillones muy mullidos para tomar vino y ver bailar. Los horribles -no soy buena para bautizar zapatos- son muuuy cómodos para el dos por cuatro.

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